Reencontrarse
Eran partes de mi, eran pedazos, que se iban soltando, como cuando me lastimo y sale la cascarita.
Esos pedazos míos, esas cascaritas, se estaban yendo para no volver, para recordarme que somos eso, un constante cambio.
Entonces, mi ansiedad de a ratos, no dejaba que esa cascarita se cayera sola, sino que la sacaba con mis propias manos, y como todo proceso natural que es interrumpido, se reinicia y vuelve a comenzar; esa sangre que brotaba nuevamente era las resistencias, el dolor de afrontar que venían cosas nuevas, seguramente nuevas, pero a veces salir de la zona de confort es muy difícil.
Vuelvo a mí, a lo que me hace ser, a mi razón de vivir, a lo que me caracteriza a lo que me impulsa día con día, y por primera vez en mucho tiempo realmente me paro a pensar que es eso?
En ese instante, respiro, reseteo todo lo que mi cabeza dice para recordar lo que grita mi alma, lo que canta mi corazón, lo que aumenta mi alegría. Recuerdo, que lo que me hace feliz es ser la persona que soy a cada instante, en una constante y a veces dura transformación.
Lo que soy a cada instante o lo que intento, es dar sin esperar, amar, escuchar, respetar, acompañar pero por sobre todo sentir cada emoción a pleno, es de corazón no volver al piloto automático que alguna vez me caracterizo.
Un piloto automático muy fácil de adoptar, uno que simplifica lo que uno siente, pero que realmente a mi me llevo por delante es más de una ocasión, porque lo que no escuchamos, lo que no sentimos se hace síntoma, de esos que te ayudan a parar, a repensar, a realmente escucharnos.
Pienso, respiro y me pongo en pausa, de repente afloran sensaciones increíbles, me siento agradecida, orgullosa, rodeada; agradecida a la vida por todo lo que me brinda día a día, orgullosa de la persona que soy y que voy convirtiendo a diario, rodeada de amor, alegría y magia.